¿Por qué algunos médicos se vuelven malvados?. Fuente: El Correo

La necesidad de mantener cierta distancia con los problemas de salud de sus pacientes lleva a numerosos profesionales médicos a acabar tratándolos con actitudes totalmente "deshumanizadas"

Los médicos aprenden en las facultades de Medicina que una asistencia de calidad requiere de una relación con los pacientes rica, estrecha, cercana, básicamente humana. Los enfermos, además de ser el principal elemento que da sentido a la profesión, son por encima de todo personas que sufren, que acuden a la consulta en busca de ayuda en un momento de debilidad física o emocional. Por eso, el especialista tiene que intentar dar siempre lo mejor de sí. Un trato digno, amable, capaz de inspirar en el paciente la confianza necesaria como para desnudarse ante él física y emocionalmente sin temor.

El éxito profesional se sustenta no solo en los conocimientos, la experiencia y la intuición, sino también en la profundidad de la relación que se sepa auspiciar con los usuarios de la consulta. Sin embargo, lo que debería ser norma general en la relación médico-paciente se convierte a menudo y por desgracia en rutina diaria. La necesidad de mantener cierta distancia con los enfermos para no verse personalmente afectados por sus dolores y la rutina diaria llevan a muchos médicos a acabar manteniendo actitudes completamente "deshumanizadas", según se advertía hace ya unos años en un informe de la revista 'Atención Primaria' titulado '¿Por qué algunos médicos se vuelven poco éticos (¿malvados?) con sus pacientes?'. Por suerte para la ciudadanía, la mayoría de los especialistas no actúan así, pero los comportamientos incorrectos, según advertía el trabajo, tampoco son "algo anecdótico". Por qué, si la empatía y la compasión son tan necesarias para cubrir las necesidades del paciente, los médicos adoptan un estilo distante y neutro.

Ridiculizar al enfermo

Las causas son múltiples, según concluyen los autores de este trabajo, firmado por un médico de Atención Primaria de Navarra, José Ramón Loayssa; el coordinador de la unidad docente de medicina familiar y comunitaria de Córdoba, Roger Ruiz y el psiquiatra el hospital Miguel Servet de Zaragoza Javier García Campayo. Algunas de ellas también sorprendentes. Por ejemplo. Las enseñanzas de sus profesores universitarios a menudo no coinciden con su manera de actuar. Predican una cosa, pero luego hacen otra, así que se pasan por la facultad viendo "comportamientos poco éticos de sus supervisores, como el uso inapropiado del humor, que lleva incluso a ridiculizar a sus pacientes". Los médicos en formación observan enormes contradicciones entre los valores que se proclaman en la enseñanza forma y lo que son estimulados en la práctica y en el funcionamiento de los servicios sanitarios.

También influye, al parecer, el sopapo emocional que para muchos especialistas supone comprobar que el paso del tiempo y la rutina diariaacaban por liquidar con las mayores reservas de altruismo y empatía. La necesidad de sobrevivir emocionalmente ante el sufrimiento de personas, que la mayoría de las veces no pueden ser curadas, les lleva al "distanciamiento" como herramienta para "evitar vivir la impotencia de no poder hacer nada por aliviar" el dolor. "La mayoría de los médicos inician sus estudios con creencias firmes en la honestidad de las personas", que cuando se enfrentan a "la complejidad de la realidad, se erosionan y causan desilusión, impotencia y frustración".

Demasiada especialización y poca ética

El comportamiento profesional también influye en el proceso de "deshumanización" que está viviendo la relación con "algunos médicos", como dice el trabajo, que cada vez son más. Los especialistas que no ponen límite a su dedicación, "guiados por un sentido de omnipotencia y perfeccionismo", son los más expuestos a sufrir desgaste emocional. Los autores del documento reconocían en su informe que "es inevitable" que el trabajo cercano con el sufrimiento y con pacientes que pueden reaccionar ante la enfermedad de manera muy distinta "recurran a actitudes defensivas". Pero esta situación, "no justifica que la defensa sea irreflexiva y automática".

El documento concluye haciendo hincapié en la necesidad de que quienes cuidan de la salud del resto participen en cursos de formación, que les permitan recordar que su trabajo debe tener como "uno de sus objetivos centrales" la revisión sistemática de los criterios éticos de cada profesional. "Debemos replantearnos la formación en el área de la relación médico-paciente", recalca el estudio, y mejorar la comunicación con los afectados, porque una actitud así "se traduciría en una humanización de la atención" sanitaria". Hace sólo unos días, la filósofa Adela Cortina, catedrática de Ética de la Universidad de Valencia, visitó Bilbao para participar en un curso nacional para la formación de tutores y jefes de estudio en Medicina. "Con tanta especialización, se corre el peligro de que se vea al paciente como un hígado enfermo, no como a una persona que sufre", advirtió a los participantes.