Angel Toña, consejero de Empleo del Gobierno vasco, pide responsabilidad a los agentes sociales y reclama a las empresas que piensen en los parados de larga duración a la hora de contratar
Ángel Toña Guenaga (Ondarroa, 1952) ha encendido la luz de alarma. Quizá no sea de color rojo, pero se le parece mucho. El consejero de Empleo y del Gobierno vasco advierte de que se ha roto un paradigma hasta ahora intocable, aquel que decía que si crecía la economía lo haría también el empleo. Ya no es así. Toña reclama responsabilidad a patronales y sindicatos -siempre a la gresca en Euskadi-, reconoce que la reforma laboral ha empeorado la calidad del empleo y lanza la idea de revisar la gestión de la RGI para mejorar su eficacia.
- Agosto, un mes siempre regular para el empleo, ha sido malo en Euskadi. Un dato que le hizo lanzar una primera alerta. ¿Está preocupado? ¿Se apaga la recuperación?
- Hay que estar atento a la evolución hasta final de año. Hay indicadores contradictorios. Unos dicen que la cosa va a ir bien, pero los de afiliación a la Seguridad Social son preocupantes a corto plazo. La economía tiene un ritmo y el empleo tiene otro más ralentizado. Hay que llamar la atención porque nuestro empleo es débil y crece menos que la economía. Si a eso le sumas factores como la marcha de los países emergentes o el petróleo, pues tienes que llamar la atención. Hay que huir del convencionalismo de que todo va bien. Ojalá esta situación no sea un punto de inflexión, pero tengo la impresión de que septiembre, que es casi un mes de verano y de transición, puede no ser bueno. Sólo tendremos todos los datos (paro, afiliación, EPA y PRA) en octubre. Entonces podremos hablar.
- Pero ¿usted qué prevé?
- No vamos a volver al empleo de hace diez años. Iremos a otro sitio que no conocemos; aunque sí sabemos que nuestro empleo, en términos comparativos clásicos, será de peor calidad. Además, parece haberse roto la relación entre crecimiento y empleo. Hay sectores enteros en los que las tecnologías y la robotización van a generar puestos de trabajo en los que el conocimiento va a tener buenas oportunidades, pero el que tenga escasa formación se verá más afectado.
- En el País Vasco hay muchos trabajadores con una formación relativa. ¿Qué va a ser de ellos?
- Esos empleos, también en la industria, tienden a estandarizarse y a ser sustituidos por tecnologías con una producción infinitamente mayor.
- Otro dato preocupante es que el empleo industrial, tan importante, no tira como debiera.
- Hay datos contradictorios sobre eso. Es verdad que muchas empresas industriales crean actividad pero no empleo; se están recomponiendo tras la crisis y fortaleciendo su situación económica. Apuran al máximo el gasto. También hay una derivación del empleo industrial hacia los servicios.
Una creciente tendencia a la subcontratación
-¿Eso es peligroso? Se puede subcontratar en cualquier parte...
- Eso es el signo de los tiempos. Lo que tenemos que hacer es que esos servicios los hagan empresas vascas. Estamos en una industria 4.0. Tenemos que hacer un esfuerzo para crecer en actividad, en cantidad de empresas, que es la única manera de recuperar el empleo perdido. Muchas de las firmas que desaparecen no son sustituidas. Pero Euskadi es un país serio y saldremos de ésta.
-¿Qué papel les toca a las instituciones en este asunto?
- Tenemos que fomentar la generación de nuevos sectores en los que somos competitivos como país y que, ahí sí, haya capacidad de multiplicar el empleo. Si creemos que con la estructura económica que tenemos vamos a lograr el pleno empleo estamos equivocados.
- Euskadi tiene un mayor índice de parados de larga duración. ¿Hay esperanza para este colectivo?
- Yo siempre insisto en la preocupacion del Gobierno sobre los parados de larga duracion, con poca formacion y más de 45 años. Nos toca orientar, formar y reciclar, pero los empresarios tienen que creer en estas personas y aceptarlos como colectivos contratables y necesarios.
- Los sindicatos siempre hablan de precariedad laboral en Euskadi. ¿Comparte ese diagnóstico?
- Yo trato, con el derecho a la equivocación que me asiste, de afinar el diagnóstico, que es el que me dan todas las estadísticas. En Euskadi la contratación temporal y parcial involuntaria está absolutamente desproporcionada respecto a la indefinida. Ese es el dato. Pero escuchas al empresario que te dice «yo no sé cuál va a ser mi cartera de pedidos, ¿qué quieres que haga?». La reforma laboral ha facilitado la temporalidad y la baja calidad del empleo. ¿El diagnóstico de los sindicatos es cierto? Sí, pero ¿el empresario tiene motivos para contratar de esa manera? ¿Está justificada y legitimada esa práctica? Ahí se produce un abuso de la utilización de la ley en detrimento de lo que sería deseable ofrecer a los ciudadanos.
- Un cambio de Gobierno en España permitiría dulcificar la reforma laboral. ¿Sería bueno?
- Previsiblemente. Si está como elemento central el PSOE se adaptarán algunos aspectos de la reforma que ya han sido señalados por los tribunales. Primero sería reconocer en el texto legal lo que la jusrisprudencia ya ha interpretado. Es una visión mía, pero creo que el nuevo Gobierno tendrá difícil modificar las cosas; los empresarios tienen una influencia innegable, también con el PSOE. Lo que sería bueno es que se reestableciese lo que nunca tenía que haberse perdido, que la legislación esté previamente consensuada entre los agentes sociales. Algo que los Gobiernos del PP han roto completamente.
- Usted llegó al Gobierno como el muñidor de consensos, el perfecto mediador. Y tiene la mesa del diálogo social casi vacía y a sindicatos y patronales a tortas. ¿Dónde está el gran negociador?
- Era el hombre de los consensos micro, en las empresas, donde entre bambalinas (incluso en una negociación sectorial) el mediador que he sido y que trato de seguir siendo tenía más posibilidad de ‘pastelear’ con las partes. Cuando te conviertes en el consejero y la negociación se refiere a asuntos de país, ya no se pueden usar aquellas estrategias. Tampoco los agentes mantienen la complicidad que tenían con el profesional. Sigo siendo el mismo, pero imposibles no me pido. Yo sabía desde el minuto cero que la discrepancia entre agentes sociales, incluso en el seno de cada una de las partes, también en las patronales, hacía imposible a corto plazo los acuerdos que todos quisiéramos. Nos cuesta aceptar que la razón no es patrimonio de nadie. Lo que hace falta es consensos de la mayoría de cada parte. Y no se dan las condiciones, fundamentalmente en los sindicatos.
- ¿Eso no es un lastre para el país?
- Es una dificultad grande. No es imposible, pero va a ser muy difícil. Si nadie quiere dejarse pelos en la gatera, todo es imposible.
- Así está también la negociación colectiva... en mínimos.
- En Euskadi está cuasi paralizada. Empresarios y sindicatos, si quieren tener más credibilidad por parte del Gobierno, han de hacer esfuerzos serios de acercamiento para posibilitar acuerdos, sobre todo en los ámbitos sectoriales, que dotan de una garantía de condiciones de trabajo a colectivos que con pactos de empresa no la tendrían. Los empresarios piden cláusulas de mejora de competitividad que me parecen tan razonables como las mejoras de las condiciones laborales. Estamos empantanados.
"Lanbide es mi gran preocupación"
- Hablemos de Lanbide. ¿Cuándo funcionará como un verdadero intermediador laboral?
- Lanbide es mi mayor preocupación. Nace como nace, no hemos podido aprobar la relación de puestos de trabajo (RPT9 hasta ahora, tiene una herencia del Inem más negativa que positiva, creo que a la incorporación de todo el sistema de RGI hay que darle una vuelta. Eso en parte colapsó Lanbide. No digo que esté mal, pero pienso que hemos desaprovechado recursos de los servicios sociales de las diputaciones y los ayuntamientos, más cercanos a los perceptores. Hay que abrir el melón de la RGI para ganar eficacia, sin olvidar que es el bastión de la cohesión social. Hay un valor fundamental en Lanbide, y es gestionar el empleo en términos de igualdad y equidad; eso no te lo da el privado y a eso no se va a renunciar. Tenemos que centrar Lanbide en lo nuclear, que es la intermediación laboral. También nos falta un camino con las agencias de colocacion y los agentes sociales. Es una asignatura pendiente.
- Usted participó en un curso en la patronal guipuzcoana Adegi para conocer la Nueva Cultura de Empresa. ¿Qué le pareció la idea? ¿Qué tal la experiencia?
- Bien. Estuve en junio y ahora repetiré en septiembre. Modestamente, creo que conozco el modelo. Como al principio se produjo un cierto disenso, como si no me pareciera bien, dije que claro que comparto ese esquema y que me encantaría participar. Estuvimos con seis empresarios que contaban su experiencia. Me pregunto yo: ¿Te parece la panacea? Pues como todo, si somos capaces de buscar un consenso entre todos, pues fantástico. Pero no es nada fácil que el empresario comparta esa cultura con los sindicatos. El eterno debate es la aceptación de dos elementos: la centralidad del conflicto como elemento inherente a la relación, cosa que a algunos empresarios les cuesta aceptarlo, y que, al tiempo, hay una obligación de las partes para la recomposición de ese conflicto. Ni la empresa es la Falange, en la que todos comparten un destino, ni es un lugar en el que nuestra relación es un conflicto permanente.
-¿Y eso no es así?
- Se hace especial hincapié en la necesaria colaboración, pero respecto a los sindicatos se subraya el conflicto no resuelto. La empresa no es ni buen rollito ni conflicto permanente. Todavía hay un trecho por recorrer. Funciona en el norte de Europa, donde llevan 100 años de recorrido. Aquí,llevamos 30 y hemos evolucionado menos. El empresario tiende a basar la relacion en las técnicas de recursos humanos y los sindicatos, en el Derecho Laboral.
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