Osteoporosis, timidez, ausencia de
deseo, colesterol alto... Buscar la solución
a todos nuestros problemas en una
pastilla nos ha llevado a vivir la paradoja
de estar sanos y no creerlo.
La investigación de las enfermedades ha
avanzado tanto que es cada vez más difícil
encontrar a alguien que esté completamente
sano”. Con esta frase, escrita a mediados
del siglo XX, Aldous Huxley anticipaba una
inquietante paradoja: la de que el avance
de la medicina nos convertiría a todos
en enfermos potenciales. Seis décadas
después la profecía se ha hecho realidad.
“Los médicos dicen haber hallado alrededor
de 30.000 epidemias,
síndromes y trastornos en el
homo sapiens”, denuncia el
biólogo Jörg Blech, autor del
best-seller Los inventores de
enfermedades (Ed. Destino).
“Pero para cada dolencia hay una pastilla.
Y, cada vez con más frecuencia, para cada
nueva pastilla hay también una nueva
enfermedad”, concluye.
En inglés, este fenómeno se llama disease
mongering o tráfico de enfermedades.
“Se trata de estrategias comerciales
cuyo objetivo es crear dolencias
donde no existen, o bien acrecentar su
gravedad para vender medicamentos y
pruebas médicas que no están realmente
justificadas”, señala la Organización de
Consumidores y Usuarios (OCU), que
ha iniciado una campaña bajo el lema
“Que no medicalicen tu vida”.
Asegura Blech que “los inventores
de enfermedades obtienen su dinero de
personas sanas a las que convencen de
que están enfermas”. Y, por desgracia,
esto puede hacerse de diversas maneras.
Pensemos, por ejemplo, en el colesterol.
En realidad, no es más que un factor de
riesgo para sufrir un problema
de corazón, pero se promociona
como si en sí mismo
fuera una enfermedad.
“Se ha extendido la idea de
que superar los 200 mg/dl
es patológico. Pero este límite
es arbitrario, y se ha ido bajando
en las últimas décadas,
de forma que cada vez
somos más los que, supuestamente,
necesitamos
tratamiento”, explica
el dr. Enrique Gavilán,
médico de familia y autor
del blog “El nido del
gavilán”, en el que refl
exiona sobre la medicalización
de la vida.
¿Vivir es enfermar?
El mero hecho de cumplir
años puede convertirte
en “enfermo”, pues,
en aras de aumentar las
ventas de un determinado
tratamiento o una
prueba diagnóstica, se
nos convence de que aspectos
que pertenecen al
ámbito natural de la vida,
como la menopausia o
el envejecimiento, son
patológicos.
“Existe una
tendencia a convertir
situaciones vitales en
enfermedades –afirmaba
Domingo Orozco,
vicepresidente de la
Sociedad Española de
Medicina Familiar y Comunitaria
(Semfyc)–. Los
nuevos tiempos llevan
consigo la necesidad de
estar siempre en plenitud
de facultades, y la
sociedad manda el mensaje de que se
debe aspirar a un estado completo de
bienestar, algo utópico”.
De entre todas las áreas de la medicina,
la psiquiatría probablemente sea
la que más fácilmente puede dejarse
arrastrar por los promotores de enfermedades.
La timidez se convierte en
“inhibición social”; la desgana por
la vuelta al trabajo en
“síndrome de estrés posvacacional”...
Como indica el dr.
Gavilán, “todo lo relacionado
con las emociones es mucho
más difuso, sin marcadores
biológicos que puedan ayudarnos
al diagnóstico. Por eso
hay un campo abonado para
que cambios en las defi niciones de los
procesos mentales puedan tener gran
repercusión a nivel de promoción de
enfermedades o productos”.
¿Un ejemplo? El deseo sexual femenino.
Tras el brutal éxito comercial de
Viagra, se ha emprendido una carrera a
contrarreloj para conseguir un fármaco
que logre un resultado similar en las
mujeres. Aunque ellas no tienen disfunción
eréctil; en cambio, con el paso
del tiempo, suelen sentir menos deseo.
Si se logra que esta “pereza” se identifique como trastorno y se convence a la
mujer para que lo viva con desasosiego,
sin duda el lanzamiento de una pastillita
que lo “corrija” tendría unas ventas extraordinarias.
La cuestión es que, según
los estudios, a la mayoría
de las mujeres esa falta de
deseo no les genera malestar.
Como señala Joan Vílchez,
vocal de la Federación
Española de Sociedades de
Sexología (FESS), “muchos de
los trastornos sexuales están,
en realidad, fabricados.
Una mujer no suele venir a
consultar porque tenga un
problema de deseo o excitación,
sino cuando está con
una pareja que la presiona”
¿Qué podemos hacer?
El problema del disease mongering
no es responsabilidad
única de la industria ni de los
médicos. También nosotros
podemos defendernos de
sus abusos, como apunta
Jörg Blech, fomentando el
espíritu crítico: “Deberíamos
tener presente que las
enfermedades se están volviendo
algo que, a menudo,
es construido por médicos y
compañías”. Así, cuando nos
hablan de un nuevo “peligro”,
y vemos que va ligado a un
interés comercial para vender
una prueba diagnóstica o un
producto, debemos ponerlo
en cuarentena: si quien hace
los estudios y promociona la enfermedad
es el mismo que obtiene los beneficios,
no está claro si el interés que subyace
es de salud o económico. No se trata
de criminalizar a la industria, pero sí de
no pecar de inocentes y de desarrollar
nuestra capacidad crítica para dilucidar
cuánto de verdad o de interés hay en
cada noticia.
Por otra parte, desde la medicina cada
vez están surgiendo más voces que denuncian
el tráfico de enfermedades. En
este sentido, contamos con blogs donde
profesionales de la salud explican las
perversiones del sistema. Así, podemos
informarnos en www.nogracias.eu –una
iniciativa por la transparencia de las tecnologías
sanitarias y la atención de la salud-
o en http://sano-y-salvo.blogspot.com.es/, un blog de seguridad del paciente
en atención primaria
¿Obsesos y enfermos?
De la noche a la
mañana, un tercio de
la población
americana se
convirtió en "enferma"
cuando el año pasado
la Asociación Médica
de EE.UU. clasificó la
obesidad como una
enfermedad. Algo que
ya había pasado en
España en 2008. Pero
la controversia en
torno a esta definición
es constante. Julio
Basulto, exmiembro
del comité científico
que tomó esta
decisión, admite que
“no sé si hoy opinaría
lo mismo. La obesidad
es un importante
factor de riesgo para
muchas
enfermedades, pero
de ahí a etiquetarla
como “enfermedad”...
realmente no lo sé”.
No estás sola
-Cada vez que se
habla de una
enfermedad se hace
mención al porcentaje
de personas que la
sufren (estén o no
diagnosticadas). Al
final, resulta que, si
sumáramos todas las
patologías, cada uno
de nosotros debería
padecer al menos 20
de ellas… ¿Qué
sucede? Según
explica el dr. Hermann
Füessl, del Hospital de
Haar (Alemania), “la
divulgación de
determinados
problemas se eleva
mediante estudios de
dudosa epidemiología
para demostrar al
afectado que se
encuentra “muy bien
acompañado”.
-Hay casos en los
que estas cifras
están justificadas,
pero, en otros, son
una estrategia para
apelar al miedo. En
los cuadros clínicos
“nuevos”, en un
primer momento, se
suele divulgar
información sobre la
enfermedad,
creando un estado
de ansiedad social; y
más tarde, se da a
conocer el remedio,
y el mercado lo
recibe con los
brazos abiertos.
0 comentarios :
Publicar un comentario